Han pasado
3 años desde que aterrizaba con Iñigo en El Cairo (Egipto), 2 desde que nos
relajábamos en compañía de Salva en Luang Prabang (Laos) y 1 desde que escapaba
del gran terremoto de Christchurch (Nueva Zelanda). Con el paso del tiempo
algunos viajeros pierden el interés y la motivación con la que un día salieron
de sus casas. Creo que es normal. Sin embargo en mi caso no veo aún ningún
síntoma de agotamiento y sigo con la ilusión del primer día. Hace timpo que
siento que el viaje dejó de ser unas simples vacaciones largas. El viaje es
algo más. Cumplir un sueño es algo que no se paga con dinero. Pero tampoco es
gratuito. Por viajar he renunciado a casi todo lo que tenía cuando decidí que
yo lo que quería no era sobrevivir en la seguridad ficticia de una jaula de oro
sino vivir en la austeridad de una existencia lo más libre y feliz posible.
Y no
son los paisajes de ensueño lo que más me atrae sino la magia de las
casualidades. Como la que nos sucedió aquella mañana de agosto en la cocina de
un camping de Coral Bay cuando una cafetera nos unió para siempre con Artie,
Orson, Alby, Sally y Hakan. Son encuentros como estos los que resetean el paso
del tiempo y dan la razón a aquellos que aseguran que las personas son el mejor
souvenir.
La
lección de generosidad infinita y amistad que nos ha ofrecido esta familia ha
sido una de las mejores experiencias de nuestras vidas. Es tanto el tiempo
pasado con ellos que es lo más cerca a ser padres de lo que vamos a estar nunca...
Solo nosotros sabemos lo que vamos a echar de menos a nuestra familia
australiana.
Por
los encuentros. Por el café con leche. Por ellos.
Amici per la vita! :-) Prima o poi li rivedremo, that's for sure! Baci, Eve
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